1º Misterio Luminoso – El Bautizo de Jesús
Un momento sublime donde se manifiesta la Santísima Trinidad en sus tres personas: Jesús, el
Espíritu Santo en forma de paloma y la voz de Dios Padre diciendo “Este es mi Hijo amado”.
También en nuestro bautizo la Santísima Trinidad actúa y nos hace hijos de Dios, cristianos,
personas nuevas bendecidas con la fe, la esperanza y la caridad, para que seamos “luz del mundo
y sal de la tierra” poniendo al servicio de los demás los dones que el Espíritu Santo nos concede.
Vivir como bautizados es asumir el reto de seguir a Jesús, es vivir la vocación a la que hemos sido
llamados con valentía, porque “La vocación del cristiano es la santidad” y santidad no es otra cosa
que ¡AMISTAD CON DIOS! Tal cual como san Martín de Porres con su escoba o la madre de familia
con sus hijos, o el profesor universitario con sus alumnos. Cada uno desde su lugar para que brille
la Luz de Cristo y ahuyente las tinieblas del mal.
2º misterio Luminoso – El milagro de Jesús en las bodas de Caná
Jesús hace el milagro a petición de su madre. La Virgen intercede siempre porque nos conoce y
sabe de nuestras angustias y necesidades. La Madre de Misericordia, abogada nuestra, nos
acompaña y alumbra el camino de nuestras dificultades por más difíciles que parezcan.
El papel de María es llevarnos a Jesús, que es lo realmente necesario, por eso nos repite “HAGAN
LO QUE ÉL LES DIGA” ese es el gran secreto. Confiemos porque ella ruega por nosotros y el Hijo no
le niega nada a su Madre.
3º Misterio Luminoso – El Anuncio del Reino de Dios
Jesús es el enviado del Padre para anunciar el Reino de Dios. Es el misterio de la Misión, del
anuncio de la Buena Noticia. A cada uno le corresponde su parte en este misterio porque desde el
bautizo hemos sido llamados y enviados a compartir la fe, a ser testigos de la esperanza entre
tantas dificultades.
Anunciar el Reino de Dios es amar sin límites, es hablar de Dios con palabras y obras, es no
quedarse callado ante la injusticia, es ir por todo el mundo predicando el Evangelio, el pequeño
mundo de nuestra familia o de nuestro trabajo cotidiano, es abrazar las necesidades del planeta
entero con nuestra oración.
4º misterio Luminoso- La transfiguración del Señor
Dios se asoma por los ojos de los “niños”, se transfigura en la pureza de corazón de tanta gente
sencilla, como hizo con Santo Domingo de Guzmán, que reflejaba en su semblante la luz del cielo y
Dios se transparentaba a través de él.
Muchas veces Jesús se transfigura delante de nosotros sus amigos, es realmente un regalo de
amor que nos fortalece para que estemos con El en las buenas y las malas, en el Tabor y en el
Calvario de cada día. La transfiguración es un adelanto de cielo que Dios nos concede, es esa
alegría indescriptible de sentirse en su presencia, amados, con la certeza de fe en su divinidad;
pero ese gozo también es un compromiso que nos impulsa a transfigurar también nosotros a
Cristo dando testimonio, siendo luz para el mundo.
5º misterio Luminoso – La institución del Sacerdocio y la Eucaristía
¡Dios se queda con nosotros! Está vivo y presente en la Hostia Consagrada, escondido en el
Sagrario, esperando siempre por nosotros. La última cena de Jesús con sus apóstoles es la Primera
del banquete que no acaba. “Hagan esto en memoria mía”.
Para realizar el Milagro, elige hombres, seres humanos con virtudes y defectos, les hace
sacerdotes y pide prestadas sus manos para hacerse presente en cada Eucaristía, para que nos
alimentemos de su Cuerpo y Sangre. El Señor llama a los que Él quiere para que sepamos que la
obra es de Dios y no de los hombres “les basta su Gracia”. El sacerdote dice Sí y se fía de Dios y en
esa entrega, dejándolo todo le sigue porque va seguro bajo la protección de la Virgen María,
nuestra responsabilidad es acompañar, ayudar y rogar con insistencia, orar constantemente a
Dios por nuestros sacerdotes, sin ellos no tendríamos Eucaristía, ni sacramentos, ni consuelo
espiritual.
Demos infinitas gracias a Dios por tantos sacerdotes que dan cada día su vida por sus fieles, que
enfermos o agotados de cansancio que olvidando sus propias necesidades y tristezas dan consuelo
y esperanza y siguen atendiendo espiritualmente a los enfermos. Benditos sean los que en
interminables horas, en nombre de Dios en el confesionario han perdonado y dado paz a tantos
pecadores.
INA O.P.
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