lunes, 20 de febrero de 2017

20 de febrero - Beato Cristóbal de Milán

Cristóbal nació en Milán (Italia) alrededor de 1410. Dedicado el estudio y al culto divino, fue maestro de novicios y predicador itinerante, siendo muy amado de todos por la santidad de su vida y el fruto de su predicación. Murió en el convento de Taggia (Liguria) el miércoles de ceniza, después del 3 de marzo, de 1484 y su cuerpo se venera en su iglesia de Santa María Madre de las Misericordias. Su culto fue confirmado en 1875 por el Papa Pio IX.

Se llama al beato Cristóbal «el apóstol de Liguria», por el éxito con que evangelizó esa región de Italia. Cristóbal tomó el hábito de Santo Domingo a principios del siglo XV. Después de su ordenación, su fama de predicador se propagó rápidamente. Sus biógrafos hacen notar que los sermones del beato, que obraban grandes conversiones y mejoraban las costumbres del pueblo, se basaban siempre en la Biblia, los escritos de los Padres y la teología de Santo Tomás. Por su parte, el beato Cristóbal clamaba contra los predicadores que lanzaban ideas nuevas con el objeto de ganar popularidad y estar a la moda, en vez de comentar el Evangelio. Con verdadero espíritu misionero, Cristóbal recorría incansablemente los sitios más peligrosos y difíciles de la región para salvar almas. Los habitantes de Taggia, donde su predicción había tenido particular éxito, construyeron en su honor una iglesia y un monasterio, del que el beato fue nombrado prior.

Dios le había concedido el don de profecía. Cierta vez, al ver bailar en la plaza a los habitantes de Castellano, exclamó el beato: «Vosotros no pensáis ahora más que en bailar, pero el día de la ruina está muy cerca y vuestra alegría se tornará en dolor». La profecía se cumplió pocos años más tarde, pues la peste mató a casi todos los habitantes de la población. El beato predijo también la destrucción de Trioria por los ejércitos franceses y anunció a los habitantes de Taggia que deberían huir sin ser perseguidos y que el río se desbordaría y acabaría con los huertos. Dichas profecías se cumplieron hasta en sus menores detalles. El beato se hallaba predicando la cuaresma en Pigna, cuando le sorprendió su última enfermedad. Pidió que le transportasen a Taggia y expiró en su amada ciudad (1484).

“Fue un verdadero Cristóforo – portador de Cristo - porque llevó a Cristo no sólo en el nombre sino también en el corazón y los labios”

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