Cristóbal nació en Milán (Italia) alrededor de 1410.
Dedicado el estudio y al culto divino, fue maestro de novicios y predicador
itinerante, siendo muy amado de todos por la santidad de su vida y el fruto de
su predicación. Murió en el convento de Taggia (Liguria) el miércoles de
ceniza, después del 3 de marzo, de 1484 y su cuerpo se venera en su iglesia de
Santa María Madre de las Misericordias. Su culto fue confirmado en 1875 por el
Papa Pio IX.
Se llama al beato Cristóbal «el apóstol de Liguria», por el
éxito con que evangelizó esa región de Italia. Cristóbal tomó el hábito de
Santo Domingo a principios del siglo XV. Después de su ordenación, su fama de
predicador se propagó rápidamente. Sus biógrafos hacen notar que los sermones
del beato, que obraban grandes conversiones y mejoraban las costumbres del
pueblo, se basaban siempre en la Biblia, los escritos de los Padres y la
teología de Santo Tomás. Por su parte, el beato Cristóbal clamaba contra los
predicadores que lanzaban ideas nuevas con el objeto de ganar popularidad y
estar a la moda, en vez de comentar el Evangelio. Con verdadero espíritu
misionero, Cristóbal recorría incansablemente los sitios más peligrosos y
difíciles de la región para salvar almas. Los habitantes de Taggia, donde su
predicción había tenido particular éxito, construyeron en su honor una iglesia
y un monasterio, del que el beato fue nombrado prior.
Dios le había concedido el don de profecía. Cierta vez, al
ver bailar en la plaza a los habitantes de Castellano, exclamó el beato:
«Vosotros no pensáis ahora más que en bailar, pero el día de la ruina está muy
cerca y vuestra alegría se tornará en dolor». La profecía se cumplió pocos años
más tarde, pues la peste mató a casi todos los habitantes de la población. El
beato predijo también la destrucción de Trioria por los ejércitos franceses y
anunció a los habitantes de Taggia que deberían huir sin ser perseguidos y que
el río se desbordaría y acabaría con los huertos. Dichas profecías se
cumplieron hasta en sus menores detalles. El beato se hallaba predicando la
cuaresma en Pigna, cuando le sorprendió su última enfermedad. Pidió que le
transportasen a Taggia y expiró en su amada ciudad (1484).
“Fue un verdadero Cristóforo – portador de Cristo - porque
llevó a Cristo no sólo en el nombre sino también en el corazón y los labios”
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