viernes, 14 de octubre de 2016

¿PAJARITO SIN NOMBRE?


En un país lejano había un árbol muy grande. Era tan grande ese árbol que bajo sus ramas cabía todo un pueblo que comía en abundancia de sus deliciosos frutos.
Los pobladores de tan espectacular lugar, amaban y cuidaban con esmero su planta maravillosa; por eso cada uno tenía una obligación diaria, unos abonaban, otros regaban, otros podaban las ramas, algunos se encargaban de cosechar las frutas, y los más cuidadosos recogían las semillas para hacer el aceite y hasta de las flores hacían perfumes exquisitos… no se perdía nada.
El grupo de los intelectuales preparaba las actividades que se hacían en los amplios espacios cubiertos por las frondosas ramas, protegidos por la agradable sombra del árbol y los artistas se inspiraban cada vez más con tanta belleza.
Pero había un detalle... es que eran muy celosos y cuidadosos, todo era sólo para ellos y a nadie que viniera de fuera se le permitía ni siquiera acercarse a la sombra y mucho menos comer la fruta.
Sucedió que un día apareció volando un pequeño pajarito frágil, insignificante, tan humilde el pobrecito que nadie se dio cuenta de su presencia. Casi moría de agotamiento, venía de muy lejos, todo lo había dejado para llegar allí. Se posó en la más alta rama, probó la dulzura del alimento, se llenó de fuerzas y abrió muy bien los ojos; al instante vio a la distancia una aldea llena de niños llorando de hambre. Comió lo suficiente para volar a la aldea y cargó en su pico una pequeña semilla, al llegar la plantó y milagrosamente creció un árbol que dio fruto y semilla en abundancia. Comieron todos y los más pequeños subieron con el “pajarito sin nombre” a lo alto del árbol y descubrieron la necesidad de otros pueblos. Salieron también ellos sembrando la semilla y se multiplicó el alimento, la leña, la sombra, el perfume, el aceite, el arte, la ciencia y la sabiduría.
El árbol del primer pueblo se secó un día por tanto egoísmo, su tronco se partió y ya no hubo más frutos ni semilla y la gente se moría, así que tristes y hambrientos decidieron caminar hasta los otros pueblos pero nadie quiso recibirlos. ¿Cómo esperaban que les ayudaran si habían sido tan malos?
El pajarito sin nombre apareció de nuevo, se acercó, reunió a pequeños y grandes y con voz muy fuerte y clara para que le oyera el mundo entero habló de MISERICORDIA. Habló de arrepentimiento y de perdón, de generosidad y gratitud. Todo lo resumió en amar y ser amados para llevar por el mundo la semilla de Dios, la Buena Noticia que alimenta y da vida a todos.
Ese “pajarito sin nombre” puedes ser tú, pequeño y frágil pero con corazón valiente, con alas de misionero. (INA)

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