miércoles, 25 de mayo de 2016

24 de Mayo Traslación de nuestro padre Santo Domingo

Era Pentecostés de 1233. Se había reunido Capítulo General de la Orden en Bolonia bajo la presidencia de Jordán de Sajonia, sucesor inmediato de Santo Domingo en el generalato. Doce años habían pasado desde la muerte de Santo Domingo. Dios había manifestado la santidad de su Siervo por multitud de milagros obrados en su sepulcro o debidos a la invocación de su nombre. Se veían sin cesar enfermos, alrededor de la losa que cubría sus restos, pasar allí el día y la noche, y volver glorificándolo por su curación.
Cuando, obligados a demoler la vieja iglesia de San Nicolás para edificar una nueva, quedó el sepulcro del santo Patriarca al aire libre, expuesto a la lluvia y a todas las intemperies por largo tiempo, se decidió su traslado a un sepulcro más digno en el interior de la nueva iglesia.
La noche del 24 de mayo, con ayuda de picos, levantaron penosamente la piedra que cubría la tumba. Mientras la levantaban, un inefable perfume salió del sepulcro entreabierto.
Por fin, levantaron la tapa del ataúd, y los huesos de Domingo aparecieron ante la vista de sus hermanos y amigos.
Los notorios milagros que habían acompañado el traslado del santo cuerpo de Domingo determinaron a Gregorio IX a no retrasar más su canonización. Por una carta de 11 de julio de 1233, comisionó para proceder a la investigación de su vida.
Enviadas a Roma las declaraciones de testigos de Bolonia y Toulouse, Gregorio IX firmó la bula de canonización el 3 de julio de 1234.

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