sábado, 4 de marzo de 2017

¡Bendito olor!


Justamente el miércoles de Ceniza mientras más se iba llenando la iglesia de gente, también se hacía más intenso un olor muy feo y nauseabundo. 
Ya casi cuando estaba a punto de empezar la Misa, llegó una abuela con su hija y su pequeño nieto y se sentaron a mi lado. Allí comenzó la función, porque la abuela le levantó los pies al niño y luego a la hija y se olía todo a ver si eran ellos los que traían pegado el olor, se tapaba la nariz y abanicaba con las manos con grandes aspavientos preguntándose: ¿de dónde vendrá el olor? La mayoría no tenía la respuesta, pero la doña de atrás sí lo sabía, entonces le explicó que era una cochinada que había hecho un gato y estaba al fondo debajo de uno de los bancos.
De repente sin decir ni media palabra se levantó la joven mamá del muchachito y salió a velocidad de la iglesia. Pensé que la chica no había aguantado porque yo tampoco resistía más, pero me dispuse a ofrecer el olor como penitencia, imaginando el sufrimiento de Cristo que asumió el asqueroso pecado del mundo y lo cargó sobre Él para redimirnos.
La cola del confesionario comenzó a crecer y yo a pensar que al confesarnos arrepentidos volvemos por la gracia de Dios a ¡OLER EL BUEN OLOR DE CRISTO! Empezó la Misa y también un fuerte aroma a desinfectante floral… pues sí, simultáneamente, porque la joven que se había salido antes, había ido a buscar lo necesario para quitar la cochinada, limpió y volvió a su puesto con la mayor sencillez, a participar de la Misa con una devoción que correspondía al testimonio tan grande que nos había dado a todos.
Muchas veces vemos el pecado y no actuamos como cristianos. Muchas veces se condena al pecador y no al pecado. Convivimos en una sociedad que hace que parezca normal lo que es malo y una supuesta “prudencia” o miedo nos paraliza con la excusa que repite tanta gente “yo no puedo hacer nada”.
Siempre hay algo que podemos hacer aun cuando parezca que nuestra acción es poco menos que una gota de agua del océano. La Cuaresma es tiempo de conversión, tiempo de limpiar el alma de todo lo que nos ensucia y nos impide ser agradable olor para Dios y los hermanos.
ina

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